Las peores horas de la noche.



Leilany Lomelí

Dichoso aquel que con fervor pronuncié los dolores de su alma, dichoso aquel que pueda hablar de quimeras sin caer en la ilusión.


Porque los infelices de mente derrotada no podemos darnos esos lujos, estamos destinados a la visión sin filtro, a un alma vieja, a un túnel sin salida, a ser la medusa en un mar de peces.


Dichosos ustedes, malditos sonrientes.

Pero no hay problema en que los maldiga, ustedes no leerán esto, no les hace falta. Bienvenidos aquellos que buscan la filosofía de la muerte, bienvenidos sean mis iguales tan derrotados y perdidos, sin esperanzas, ni aspiraciones


No vengo a darles la respuesta que buscan, tampoco seré la señal que esperan. 

Pero morirán, y lo saben, pero al igual que yo, lo están retrasando. 


Morirás, y contigo todas del estrellas del universo se esfumarán, te llevarás todas las partículas del pasado donde aún hay tormentas y renunciaras fuertemente a tu futuro. 


Porque todo es mejor que despertar otro día en esta mierda. Pero vengo a advertirte, a advertirnos para ser franca. Ya he estado ahí tantas veces.


Esos últimos segundos quedarán plasmados en todo lo que alguna vez fuiste, saldrán todas las memorias que guardas a intentar impedirlo, te cortarán como cuchillos por el cuerpo, te dejarán sangrando y pidiendo piedad, te recordarán porque vivías y te llamarán cobarde hasta el último aliento. 

No podrias sacarlas, ni aunque lo intentaras. Se quedarán, obligándote a desertar o a terminar tu trabajo, porque aquí no hay punto medio.


Y si desertas como lo hacen muchos, deja que te diga que la culpa no te abandonará nunca, que los recuerdos te llegarán como bombas, que tendrás vergüenza de haber entrado en este viejo arte, y que te darás cuenta que el pasado no se borra.


Las peores horas de la noche, esas en las que lees esto, se convertirán en tu mayor miedo. 

Por qué a esas horas los fantasmas despiertan y te llenan, como si fueras ellos, como si fueran tú, como si todo lo que hiciste volviera. Y no podrás gritar, tampoco ocultarte. Tienes que pagar la pena.


Y cuando esas horas no te obliguen a moler tus esperanzas, ayudarán a que otros lo hagan. Porque ver la vida sin filtro es quitarle la felicidad a ella, es darte cuenta que nada importa y todo afecta, es notar que estás atrapado, sin esperanza alguna de salir únicamente esperando a que un pez te absorba.


Y cuando caes nuevamente en ese punto tan bajo, vuelves a la profesión para la que naciste. Vuelves a seguir tus pasos, y regresas al viejo camino, subirás a su carruaje, la verás a la cara y la saludaras como se saluda a un viejo amor. Avanzara el carruaje y tus ojos se cerraran, diciendo adiós.


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